Oxígeno, deporte y vida: Cómo la respiración define tus límites (y cómo superarlos)

El tema propuesto para inaugurar otra temporada de La Ciencia y la Cocina es hablar del oxígeno. No se me ocurre otra manera de abordarlo que no sea a través de dos actividades que últimamente he intensificado. Una de ellas es la natación. Y, claro, cuando nado, lo hago sin mucha técnica. Más bien, practico un estilo empírico, pero gracias a la constancia, he logrado nadar alrededor de 50 minutos sin parar.
Mi forma de entrenar es bastante tosca y, quizás, un poco mediocre, diría yo. No tengo ese entrenador personal que me grabe y me señale mis errores para poder corregirlos. Simplemente nado, nado y nado. Me gusta la relajación que se siente dentro del agua. Nado de manera intuitiva, y creo que por eso podría correr el riesgo de estancarme en los 1600 metros en 40 minutos. Es decir, quedarme en esa línea constante, sin avanzar ni retroceder. Pero es que, cuando tengo un entrenador a mi lado, podría perder el interés rápidamente. No me gusta sentir que estoy cumpliendo tareas; simplemente, disfruto lo que hago. Eso no quiere decir que no vea algún que otro video en YouTube o Facebook para entender en qué demonios la estoy regando constantemente.
Aunque no tengo un entrenador o un profesional que me guíe, sí tiendo a medir mis tiempos y mi posición en el agua para ver si puedo mejorar o empeorar mis marcas. Sin embargo, aunque no sé mucho sobre los estilos de natación, sí sé algo que puedo compartir: a veces no logro sincronizar mi respiración. Y cuando eso pasa, me agoto muy rápido. Si no lo corrijo a tiempo, no podría durar ni 10 minutos nadando de forma constante. Algo extraño sucede cuando mi respiración está descoordinada con mis movimientos en el agua, lo que me produce un cierto estrés que me hace agotarme rápidamente.
¿Qué es eso extraño? Resulta que el oxígeno, que por cierto nació en nuestro planeta como un regalo de las plantas, tiene la capacidad de reaccionar dentro de nuestras células en un proceso hermoso y complejo llamado respiración celular. Este proceso oxida nuestros alimentos, generalmente glucosa, para obtener la energía necesaria para nuestras funciones vitales. Pero, para que eso ocurra, para que ese oxígeno llegue a
nuestras células, debe pasar por un gran sistema que tiene la capacidad de tomarlo del aire, ingresarlo a nuestro cuerpo y luego llevarlo a la sangre. Todo eso se hace a través de la respiración. Y cuando respiras mal, hay una cierta conexión neural que avisa que algo no anda bien.
Así que, posiblemente, a eso se deba el estrés que siento cuando no respiro bien en el agua. Y quizás ese sea el principio para mejorar muchas de las ansiedades y tensiones del día a día: simplemente, un proceso de respiración adecuada, algo muy utilizado en el yoga.
Por otro lado, está la bici. Aquí no me pasa lo mismo que con la natación, ya que normalmente respiro como puedo. Es decir, en una pequeña subida, puedo medir con mi reloj
Garmin cómo mi pulso empieza a subir. Mi pulso indica la velocidad a la que mi corazón bombea sangre. Si pensamos en el oxígeno, después de pasar por el sistema respiratorio, irá a la sangre como una forma de llegar a cada célula. Es un regalo que lleva la sangre para cada una de nuestras células. Así que, a mayor demanda de energía, que es lo que me suele pasar en una subida, mi cuerpo lo sabe: necesita aumentar el flujo, es decir, bombear sangre más rápido y efectivamente, con el fin de que cada célula de mis músculos tenga lo suficiente para la escalada.
Y no me malinterpreten, porque todavía no he llegado a experimentar los grandes ascensos de los grandes ciclistas. Seguramente ellos, que entrenan como es debido, deben tener no solo un sistema respiratorio más eficaz, sino también células con más mitocondrias, que es donde se hace ese proceso de respiración celular para producir energía. En palabras más simples, el hombre es un animal de costumbres. Así que, si exiges a tu cuerpo de manera adecuada, seguramente responderá como es debido. Y podríamos tener tantos y tan buenos deportistas en diferentes disciplinas.
Para mí, simplemente es otro hobby que me motiva. Aquí, mi motivación es poder ver los increíbles paisajes o campos que se asoman en cada pedaleada. Y, en cualquier caso, el ejercicio, sea cual sea, me hace sentir high. Algunos neurotransmisores salen cuando hago ejercicio, lo que me hace sentir en un estado diferente. Me motiva, mueve mi vida después del ejercicio, sin contar que me rinde más en todos los aspectos de mi vida.
Pero, increíblemente, todo esto que hago en mi vida diaria me hace pensar en el maravilloso oxígeno, que ha evolucionado con nosotros a partir de una estrategia evolutiva creada por organismos fotosintéticos, entre los que se incluyen las plantas, durante millones y millones de años. Un tema que se profundizará en el podcast, con más intensidad y más aprendizaje. Nos vemos allá.





